NUESTRA PARTE EN LA DISCRIMINACIÓN Y EL RACISMO

El mundo está en un verdadero revuelo y creo que es imposible no tener una opinión sobre ello.Pareciera que de un momento a otro aparece sobre la mesa el tema del racismo y la migración, la falta de derechos que siempre ha existido y que ahora se hace más notoria por un caso cruel que conmueve la impotencia colectiva. Es a raíz de todo esto que surge la duda de si somos parte de esta lucha o en verdad no lo somos, si en verdad lo entendemos o no. Y aunque es imposible que podamos comprenderlo a cabalidad, dejar la ignorancia de hacer vista omisa es un buen paso para incorporarnos en el cambio que se necesita, y que siempre se ha necesitado. La discriminación de raza y color no es algo nuevo, ni se vuelve más importante por ser trending topic, es algo que nos rodea a diario y no nos damos cuenta. Y así se describe para mi.

       Recuerdo el día que Eneivel me contó que estuvo 5 horas en una fila al sol, para que le entregaran un papel explicativo donde decía como rellenar sus datos y hacer otra fila muy larga otro día (porque ese día cuando le tocó su turno se acabó la hora de atender), para inscribirse en un examen que pudiera dar en algunos meses más para convalidar sus estudios y poder tener su licencia de conducir. Ese día sentí rabia,y después de ello hubieron muchas situaciones más en las que sentí lo mismo. El sistema estructural de trámites migratorios en nuestro país, así como en otros lado del mundo, se compone de injusticias y burocracias que separan a las personas en merecedoras o no merecedoras de privilegios. Mi esposo es solo uno de los muchos migrantes aquí que han tenido que pasar por estos episodios para que le digan que en algún tiempo más, que nadie sabe cuánto es, va a poder tener un documento que le permita tener algunos derechos en Chile. Pertenece a este país lo suficiente como para tener que pagar impuestos y pagar la AFP, pero no para estudiar ni tener una cuenta de ahorro.


             El primer trabajo que tuvo aquí en Chile fue en una industria panadera en donde le pagaban la mitad de lo que le pagarían a un chileno, por un horario laboral extenso y sobrecargado. Él y sus compañeros, todos venezolanos trabajando por un bajo costo, estaban en proceso de papeles que tenían como requisito un contrato, lo que amarra a la mayoría de quienes emigran en trabajos sacrificadamente indignos. Eso sin sumar el desagradable trato que proporcionan quienes se encuentran al mando de estas empresas, que abusan de su poder y la dependencia de sus trabajadores. Para salir de allí deben encontrar otro trabajo y pagar una multa migratoria por “cambio de empleador”, además de retrasar sus papeles legales y alargar el proceso de un visado temporal.


              Nadie me lo contó, ni tengo alguna duda de que pueda ser fake news. Miramos hacia arriba y nos admiramos de otros países, cuando la violencia racial es parte del sistema, y no solo eso, la tenemos muchas veces frente a nuestra cara. Muchas veces he escuchado eso de que los extranjeros “vienen a quitarles las oportunidades a los chilenos”, y me pregunto si esos comentarios son conscientes de la injusticia estructural que existe en este país con todas las personas que emigran, y como si fuera si poco, los comentarios y comportamientos naturales que pueden sumar violencia implícita cotidiana. Y esto quizás es poco, comparado con los casos brutales que han violentado a quienes buscan una oportunidad en este país o en algún otro, los cuales son parte de la cultura de nuestra humanidad. 



La hermosa Abigail, una niña haitiana que asiste a la misma congregación religiosa que yo



              Tuve la maravillosa oportunidad de realizar el semestre pasado mi práctica pedagógica en un Colegio que tenía un alto porcentaje de alumnos migrantes. El nivel de Kinder en el que estuve tenía una hermosa gama de culturas distintas, los niños sabían a qué país pertenecían y lo compartían de manera natural. Realmente me interesaba conocer mucho de Venezuela y su gente, había más de 15 alumnos que habían viajado desde allí hasta Chile hace menos de un año. La primera conversación que tuve con Eneivel fue sobre Arepas, quería conocer lo que esos niños eran, lo que comían y la manera en que yo podía ayudarles a encontrar un lugar en este país.


              Creo fueron los mismos niños que me enseñaron cómo aceptarlos y reconocerlos; al tratarlos como igual. Llegué a comprender un poco más la frase de “volverse como niños”, donde no existen los colores ni las razas, donde las preguntas sobre qué significan las palabras desconocidas no son incómodas, donde no hay alguna diferencia a menos que alguien más les enseñe erróneamente que la hay. Todos aprendían Mapuche, todos cantaban en lenguaje de señas, todos buscaban sentirse iguales. La discriminación aparece cuando no solo el sistema ejerce una presión, si no cuando lo permitimos, somos parte de ello y no damos una señal real de que este lugar les pertenece, tanto como a nosotros, a todos por igual.


               Les enseñé mi canción favorita que aprendí en la Universidad “El negro Cirilo”, y desde ese momento fue su canción favorita también. Todos querían ser Cirilo e ir sentados en su caimán, tal como lo describe la canción, bailábamos y hacíamos la super coreografía, hasta que la memorizaron por completo. Y un día, uno de ellos, que se llama Luis, muy curioso miró mi celular y vio en el fondo de pantalla con mi novio (ahora mi esposo), y preguntó ¿Tía tu novio es negro?. Tardé unos segundos y respondí que sí. ¿Tu pololo es el Negro Cirilo?. Reí ante la inocencia y dije; No, él se llama Eneivel, es de Venezuela. A Luis le brillaron los ojos y me contestó; es negro y es de Venezuela, igual que yo. En ese momento me pareció gracioso, y ahora que lo pienso me doy cuenta que quizás no es coincidencia que les gustara tanto la canción del negro Cirilo; un niño negro que va viajando al Amazonas para bailar samba con una negrita de Paranaguá. El tierno sentimiento de sentirse identificados, de sentirse iguales a Cirilo, a Eneivel y a muchos otros.





Algunos de los niños

               Es mi deseo que esos niños en un futuro no se topen con experiencias desagradables en filas en la oficina de migración, ni comentarios discriminatorios, ni sueldos que sean la mitad de lo que merecen. Sin embargo, más que desearlo, creo que todos tenemos la oportunidad de aportar desde donde sea que nos encontremos. Siendo uno, actuando como uno. Ayudando cuando podamos ayudar, mirando a otros como nos miramos a nosotros mismos, cuidando los comentarios que hacemos sobre otros y dándoles amablemente una mano amiga con la que puedan contar. Por mi parte tengo mucho que hacer dentro de la sala de clases, construyendo oportunidades de aprendizaje para todos por igual, y se que todos tienen una importante tarea de hacerlo en algún ámbito de su vida en particular.


            El otro día leí en comentarios de una publicación de facebook una pelea de unas chicas que utilizaban “palabras ofensivas” para agredir a la otra. Una dijo “te crees bonita, y eres gorda negra”. En verdad, quiero que llegue el día en que “negra” no sea un adjetivo para descalificar a otro, ni gorda (y ese es tema para largo también). Quiero algún día enseñarle a mis hijos (los cuales tendrán sangre venezolana y chilena), que sin importar donde se encuentren son iguales a quienes les rodean, y que ellos puedan sentirse así verdaderamente; iguales, libres e hijos de Dios.


Les dejo este temón, no podía faltar 

https://www.youtube.com/watch?v=EIcuS79pLyA

SALU2

Comentarios

  1. Excelente reflexión, llevo casi 2 años en stgo y he visto lo multicultural que es, (a Copiapó que es de donde vengo recién están llegando migrantes de Venezuela y Haití, hay de Colombia, Perú y Bolivia mayormente) Siempre he pensado que a los Venezolanos que llegan a Chile les va a ir bien, porque son trabajadores, toleran y aguantan muchas veces trabajos y tratos que no debieran ser, no se por qué el Chileno tiende a sacar provecho del migrante y abusar de la necesidad de ellos, somos mala clase tal vez nuestra cultura de pisotear al otro se hace presente. Pero ese mismo Chileno, lo que no sabe es que ese migrante va a salir adelante, porque si algo tiene es ganas de superarse,miro al futuro y veo a ese migrante con estudios, con buenos puestos de trabajo y generando empleos para otros, el migrante no viene a quitarle el empleo al Chileno, porque el Chileno sólo quiere trabajos de "gerente", quiere ser el jefe, he visto obreros de la construcción mandoneando a los haitianos, aun cuando tienen el mismo puesto de trabajo, el Chileno se cree superior erradamente por cierto, pero ese Chileno no tiene las ganas de salir adelante como las tiene el Haitiano, el Chileno lo quiere fácil y le falta ingenio, el migrante vende de todo, se reinventa, busca trabajar en delivery, el chileno siente que ese empleo es poca cosa y prefiere pasar tienpo cesante que trabajar en algo que según el no merece.
    En nuestras manos está el cambiar el pensamiento de las generaciones venideras, los niños no discriminan, pero son los adultos quienen ponen en ellos sentimientos de superioridad erroneamente fundados. Los niños se ven iguales y se tratan como iguales, no hay colores de piel, simplemente son niños y juegan felices, ciertamente debemos ser como ellos. Antes de la Pandemia me gustaba llevar a mis peques a la biblioteca, ahí encontraba madres migrantes, me hacían sentir acogida en esta ciudad, porque aunque yo no vivo las situaciones de ellas porque soy Chilena, si estoy en un lugar que no es mi casa y de cierto modo les entiendo.
    Como sociedad nos falta mucho aún por avanzar, pero tengo esperanza.

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