EL MÁS MALO AL ARCO


                Acompáñenme a ver esta triste historia, la mía, la de muchos de ustedes que se encuentran al otro lado de la pantalla, la historia del ñoño promedio, dos piernas izquierdas, que caminaba en vez de trotar en educación física (y disfrutaba de los días con alerta ambiental). Estoy segura que muchos se sentirán identificados, recordando sus traumas y queriendo formar un club de quesos anónimos, el cual estoy a punto de dirgir luego de mi expediente deportivo.

Quise escoger esta durísima realidad a partir de un episodio que viví la semana pasada en un partido que fui a jugar, de los que siempre fui excluida por mis hermanos (y por una niña la otra vez), un partido de baby. No es que me hayan invitado a jugar porque yo sea la niña maravilla, no me alcanza ni pa caszely, pero les faltaba una jugador; Y como yo soy parche del parche (del parche) de un equipo de baby, entonces salí de mi banca eterna y recibí el llamado a la cancha.

Estábamos ahí (en plena cancha mormona) y surgió la pregunta de cada partido de baby (cual pichanga en la que todos van a todo) ¿Quién va al arco primero? Obvio, el queso, por los siglos de los siglos, el más malo al arco; que se apodera de esa posición los primeros 5 minutos y durante todo el partido. No es mi intención generalizar, yo sé que hay arqueros con mucho talento, que les gusta jugar en esa posición y que además son buenos, pero evidentemente ese no es mi caso. Como no había tal persona con ese don divino, yo asumiría la pega del arquero, que en mis planes solo iba a ser  estar parada con un ruego en mi corazón para que la pelota no se acercara. Después de todo, todas las demás jugadoras tenían mayor habilidad que yo en cualquier tarea que no fuera estar parada, ya que los escasos partidos que he jugado en mi vida, los cuales han sido en el pasto con arcos delimitados por arbustos, no han sido suficientes para desarrollar habilidades en este deporte (y al parecer en ninguno otro). Le  pongo empeño, verdaderamente todo el positivismo del mundo, intentando no arruinar a mi equipo (se hace lo que se puede), pero mi empeño no influye en la falta de dirección cuando le pego a la pelota, solo a la pelota, porque para pegarle a las piernas de los demás al parecer tengo una aptitud innata (sobre todo cuando juego con mis hermanos, accidental, obvio).

Perdimos, 1-0, fue un partido peleado, mi equipo jugo bien, solo que faltó concretar, igual que nuestra selección chilena, igual que a algunos hombres chilenos (palo interpretativo libremente). Hay goles que cuesta mucho clarificar, que se anotan apresuradamente o que se pierden encima del arco, pero la mayoría de las veces es porque no se piensa bien la jugada, se dejan fuera factores importantes, se patea con el pie equivocado o son arruinados por la imprudencia a pesar de ser prometedores (seguimos hablando de fútbol). Pero no nos salgamos del tema, el asunto es que no se anotó ningún gol, todos se fueron cual pelota de Higuain (ni de mi equipo ni del otro), exceptuando esa pelota que, como se dice en el futbol, “me comí”, gol que resultó definitorio para nuestro triste 1 – 0, mala jugada, me pilló volando bajo. Verdaderamente el gol y la pelota estuvieron en mis manos, esta vez sí tuve la culpa, como rara, rara vez, pasa en mi vida (inserte lista infinitas de cosas en las que he tenido la culpa en lo que va del año).

 Antes de seguir, una foto de mi hazaña 


Luego de la derrota, nos sentamos con una jugadora de mi equipo a reflexionar y ella me hizo ver mi vida deportiva en un minuto, como flash back de mis episodios importantes, en blanco y negro, con “we are the champions” sonando de fondo. Su frase “antes eras como un fideo crudo y ahora te has vuelto un fideo cocido” me hizo revisar las historias de mi vida, comprender y profundizar esas palabras, aceptarlas como la epistemología de mi vida, la esencia de mi ser, la teoría de mi humanidad y la razón de mi existencia (en este momento estoy en clases de filosofía y empirismo, que se note). La explicación de esta figurativa declaración se encuentra oculta en los episodios más recónditos de mi memoria, allí en cada intento por desarrollar alguna habilidad atípica de un queso. Lo que mi compañera de equipo no sabía es que mi vida de queso empezó mucho antes de que ella me viera quebrarme cual fideo crudo y flaquear cual fideo cocido (poética y bellísima su metáfora), esta triste historia, al igual que la de ustedes, empieza mucho antes de que supiera lo que significa ser un queso.

Todos hemos tenido un profe de educación física que es un torturador odiado, yo no soy la excepción, también lo tuve, en esa asignatura que siempre me bajaba el promedio general. Mi primer episodio traumático fue como en segundo básico, cuando mi queridísimo profe inepto (en la completa definición de esa palabra y más) quiso aplicar un brillante criterio de selección para escoger a los capitanes de equipo. Yo nunca en la vida había sido capitana de equipo, obvio, si no sabía hacer ni la rueda (hasta el día de hoy no sé), pero él amablemente me brindó la oportunidad de serlo, de la forma más tierna y bondadosa que se puede brindar. Llegó un día a la clase y dijo que escogieran al compañero y compañera más feos del curso, porque ellos serían los capitanes de equipo en esa ocasión (adivinen).  Ya ni me acuerdo el atractivo compañero que fue el capitán del equipo de hombres, pero si recuerdo perfectamente que la capitana, la the rial más fea, que merecía y era dueña de ese puesto ese día, era yo. Así comienza mi historia en los deportes, de la manera más dulce posible. (Mención honrosa al profe de la Gaby, que encontró una manera más traumática de partir la historia, haciendo que todo el curso le tirara pelotas de esponja. UN GRANDE)

De ahí en adelante no recuerdo más profes macabros de Educación Física, solo un pelado (literal pelado) que no hacía absolutamente nada y que le pagaban por respirar e ir vestido como Zampaoli (Pablito de la tchile, deberías dejar la ing y ser profe de Ed física, lineal no es para ti). Lo que si recuerdo muy bien,  es que la primera intención de buscar el rumbo deportivo no fue en el colegio, fue en unas olimpiadas Mormonas en donde participaron varias comunas. En esa ocasión corrí en una carrera de relevos y salimos cuarto lugar, entre unos 8 equipos, siendo ese el primero y último episodio en atletismo.

Unos años después se viene a mi memoria un campeonato de Basquet Mormón (de nuevo dándome la oportunidad de ser deportista), en donde hicimos un equipo inexperto para jugar. No éramos tan malas, me gustaba estar ahí corriendo y boteando con mi camisetita roja, le pusimos garra y ganamos varios partidos (hasta nos pusimos a pelear en uno, por defender la camiseta). Nuestro camino en el campeonato iba bien, y con bien me refiero a que me había caído solo una vez, cuando alguien de mi equipo había ido en busca de la pelota al igual que yo y tuvimos un choque, ese episodio no será olvidado jamás por quienes se encontraban viendo el partido (Saludos María). Todo eran puntos y partidos izi, hasta que nos topamos con un equipo que tenía una jugadora profesional de básquet, la que nos hizo perder 20-2, peleadísimo. Ese fue mi primer y no último episodio en el básquet, hace como dos meses me puse camiseta roja de nuevo para jugar en un campeonato (el resultado fue mejor, salimos segundas).

Después intenté en varias cosas, de todo un poco. Jugué handball en el colegio y no era mala, pero era muy alta (en comparación a mis compañeras), agarraba la pelota con solo levantar la mano y siempre rasguñaba al mundo por error, no duró más de dos meses mi carrera en ese deporte. Pero si esa experiencia fue corta, no se compara con el pestañeo del volleyball en mi triste vida, donde jugué un solo partido mixto y terminé con yeso en una pierna. La amiga que hizo la comparación del fideo cocido y crudo se rió en extremo recordando esta situación; ¿Cómo puedes tener una casi fractura en la pierna jugando un deporte en el que no se utilizan casi nada las piernas? Pues no lo sé, el corazón de las cartas no me favoreció en ese partido, y (nuevamente) fui a una misma pelota con alguien de mi equipo, el que resultó cayendo sobre mi pie debilucho (no he vuelto a jugar volleyball desde esa vez, he aquí la razón).
CARA SAD

                Mis esfuerzos favoritos en el mundo deportivo fueron los últimos y  hago lo posible por mantener vivos esos intentos (esta es la parte menos triste). Realicé cursos de natación y quedé in love totalmente, no soy una experta, pero disfruto mucho hacerlo como una amateur, en el verano y en algunas preciadas ocasiones en invierno (bless). Y bailé algunos meses en el Bafochi (ballet folclórico chileno), donde aprendí mucho demasiado, a pesar de que las primeras semanas estaba totalmente molida y apenas podía subir las escaleras luego de los ensayos, aprendí disciplina y técnica que me hizo aumentar mi gusto por este deporte. Si, aunque muchos digan que el baile no es un deporte, les digo que si lo es, requiere exigencias y práctica como todos los otros. Ahora, si creen que es izi, siempre está la posibilidad de que audicionen en Bafochi y participen de un ensayo, o cursen el CFG dance de la Udp que realicé el semestre pasado, vamos a ver como les baila (literal). 
  
De mis tiempos de bailarina flexible, no tan lejanos tiempos.





                Pueden darse cuenta que la vida de un queso no es fácil, siempre está llena de accidentes, intentos cortos de ver la luz a través de un deporte o la búsqueda de que el talento coincida con algo que les gusta realmente. Yo debo decir que de todo lo que he hecho, he disfrutado cada episodio y he aprendido de él, desde mis profes ineptos de educación física a mis dichosas experiencias en baile (incluyendo el perreo en este enunciado). Nunca es tarde para intentar otro deporte y aun me faltan muchos por probar suerte, sin embargo no es necesario ser un niño maravilla en todo, siempre se puede ser queso en algunos, o ligeramente queso en varios, total, nadie se acuerda de los pequeños fracasos deportivos, uno más, uno menos, o eso pensó Caszely.
               
             En este momento vivo un casi pololeo, andando, con la bici, a pesar de que en el pasado choqué en una pasarela y me dejé varios moretones por caídas, hoy construimos una nueva relación deportiva. Cualquier queso puede iniciar la prueba, no hay nada como pedaleo del bueno y Mayor que yo 3 sonando en los audífonos (o 5 letras, el temón sanito que usted prefiera).



AQUÍ LES DEJO OTRO TEMAZO DE AQUELLOS, CON MUCHO CONTENIDO, CASI POÉTICO, PARA QUE PRUEBEN SUERTE PRACTICANDO ALGÚN DEPORTE.


PUEDEN PEDALEARLO, BAILARLO O NADARLO.  UNO DE MIS TRES DEPORTIVOS FAVORITOS.

PD: Para mi profe de educación física (y el de la Gaby), quisiera que leyera esto y supiera que ya no soy la más fea del curso, ahora soy la más fea de la u (que no significa que no sea una minaza). Y que por cierto, en mi práctica habían 20 pequeños seres en mi sala, los cuales creían que yo era la más linda de todo el universo
Estimados Docentes, ustedes no entendieron nada de la pedagogía, ni de la vida. 


S A L U 2

Comentarios

  1. jjajajajajjajajajajjajajajajaaj y aun me rió mi querida naty aksjkajskjas

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